Último estertor
Cuando llegue
mi partida,
cuando la paz recorra mi alma
y ansia y deseo carezcan de sentido
Cuando entrelaces tu mano con mi mano
y sienta que estarás conmigo
por siempre y para siempre
Un último recuerdo invadirá mi mente,
uno que ilumine mi rostro cuando me vaya,
aquel en el que te observo caminar desnuda,
con tus nalgas ofreciendo ternura y sonrisas a cada paso,
mientras yo, descanso feliz
después de una bella batalla.
César Díaz Martínez - Tú me gustas total, entera y toda
Tú me gustas total, entera y toda,
no por el fuego de tu pelo húmedo,
ni por tus senos de canela tibia,
ni el pecado del ritmo de tu cadera.
Tú me gustas total, entera y toda,
no por tu boca tan intacta al beso,
ni por las llamaradas de tu carne
que se te está calcinando entre las venas.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque eres mía y no me perteneces,
ni porque la envidia de los demás la siento
como si se tratase de propia envidia.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque me la pase junto a ti
bebiéndome tu aliento, ni rumiando
los pedazos de amor que tú me tiras.
Tú me gustas total, entera y toda,
por ese olor a carne que tú tienes;
olor de carne de mujer que es tuyo,
porque nadie más huele así en la tierra.
Tú me gustas total entera y toda,
porque ese olor es tuyo y lo encontré para mí.
no por el fuego de tu pelo húmedo,
ni por tus senos de canela tibia,
ni el pecado del ritmo de tu cadera.
Tú me gustas total, entera y toda,
no por tu boca tan intacta al beso,
ni por las llamaradas de tu carne
que se te está calcinando entre las venas.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque eres mía y no me perteneces,
ni porque la envidia de los demás la siento
como si se tratase de propia envidia.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque me la pase junto a ti
bebiéndome tu aliento, ni rumiando
los pedazos de amor que tú me tiras.
Tú me gustas total, entera y toda,
por ese olor a carne que tú tienes;
olor de carne de mujer que es tuyo,
porque nadie más huele así en la tierra.
Tú me gustas total entera y toda,
porque ese olor es tuyo y lo encontré para mí.
Emilio Miró - Realidad
La verdad de este cuerpo
mi más honda verdad.
Invadirlo,
apresarlo,
hasta sentir su carne
prolongada en la mía,
integrada en mi sangre,
y sentir por la suya
esa lava ya fría del ardor del placer.
Hasta su sexo llego
como aquellos amantes
que ante un cuerpo desnudos
oficiaban con fervor y belleza
sabiéndose partícipes de Pan y de Afrodita.
Sobre la tierra inhóspita,
bajo el cielo callado y los dioses ausentes,
avanzo por sus valles, laderas, promontorios,
y en el instante exacto del gemido
asalto, rompo, ocupo
la cueva misteriosa,
el cálido refugio
donde morar silente.
Ya rendidos, y fríos, y exhaustos,
los cuerpos se separan,
sus poderes se anulan:
una tregua se abre sobre los blancos lienzos.
Hasta que una mano furtiva se desliza
por la piel tan surcada,
las piernas se entrelazan,
la carne, enmudecida, recupera sus voces,
y el sexo,
cual un mar saliendo de su calma,
se levanta y avanza:
hacia el cuerpo que amo
y que a mi lado yace.
Hermosa realidad que devoro insaciable.
mi más honda verdad.
Invadirlo,
apresarlo,
hasta sentir su carne
prolongada en la mía,
integrada en mi sangre,
y sentir por la suya
esa lava ya fría del ardor del placer.
Hasta su sexo llego
como aquellos amantes
que ante un cuerpo desnudos
oficiaban con fervor y belleza
sabiéndose partícipes de Pan y de Afrodita.
Sobre la tierra inhóspita,
bajo el cielo callado y los dioses ausentes,
avanzo por sus valles, laderas, promontorios,
y en el instante exacto del gemido
asalto, rompo, ocupo
la cueva misteriosa,
el cálido refugio
donde morar silente.
Ya rendidos, y fríos, y exhaustos,
los cuerpos se separan,
sus poderes se anulan:
una tregua se abre sobre los blancos lienzos.
Hasta que una mano furtiva se desliza
por la piel tan surcada,
las piernas se entrelazan,
la carne, enmudecida, recupera sus voces,
y el sexo,
cual un mar saliendo de su calma,
se levanta y avanza:
hacia el cuerpo que amo
y que a mi lado yace.
Hermosa realidad que devoro insaciable.
Amado Nervo
DEIDAD
Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.
¿Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...
UNO CON ÉL
Eres uno con Dios, porque le amas,
tu pequeñez ¡qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.
Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"Aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.
No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.
En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro,
en vida y muerte has de mirar su rostro.
"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.
Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de Él, puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios ¡porque le amas!
Eres uno con Dios, porque le amas,
tu pequeñez ¡qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.
Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"Aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.
No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.
En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro,
en vida y muerte has de mirar su rostro.
"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.
Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de Él, puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios ¡porque le amas!
JESÚS
Jesús no vino al mundo de "los cielos".
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.
Jesús no vino al mundo de "los cielos".
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.
San Juan de la Cruz - Coplas hechas sobre un éxtasis
Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba,
porque, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
era la ciencia perfeta,
en profunda soledad,
entendida vía reta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado;
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda ciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube,
tanto menos entendía
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece;
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
Este no saber sabiendo
es de tal alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan comprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.
Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal Esencia.
Es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Khalil Gibran - Las siete esencias
En el profundo silencio de la noche, a la hora de posesionarse de mí el sueño, sentáronse mis siete esencias a dialogar. Y así hablaron:
La primera esencia: Aquí en este loco, he morado todos estos años, con nada para hacer excepto renovar su dolor durante el día, y recrear su tristeza por la noche. No soporto más mi destino, y ahora me rebelo.
La segunda esencia: El tuyo es mejor destino que el mío. Hermano, pues se me ha asignado ser la esencia alegre de este loco. Yo río sus risas y canto sus horas felices, y danzo sus pensamientos más brillantes con tres pares de pies alados. Debería ser yo el que se rebelara contra mi fastidiosa existencia.
La tercera esencia: ¿Y de mí, conductora del amor, tizón ardiente de pasión salvaje y deseos fantásticos? Soy yo, la esencia enferma de amor, quien se rebelará contra este loco.
La cuarta esencia: Yo, por encima de todos ustedes, soy la más miserable, pues nada me fue dado sino el aborrecible odio y la aversión destructora. Soy yo, la esencia tempestuosa, la nacida en las oscuras cavernas del Infierno, quien protestará por servir a este loco.
La quinta esencia: No, soy yo, la esencia pensante, la caprichosa, la del hambre y de la sed, la condenada a vagar sin descanso en busca de cosas desconocidas y cosas aún no creadas. Soy yo, no ustedes, quien se rebelará.
La sexta esencia: Y yo, la esencia trabajadora, el compasivo labrador, quien, con manos pacientes y ojos anhelantes, transforma los días en imágenes y da nuevas eternas formas a elementos informes. Soy yo, la solitaria quien se rebelará contra este loco incansable.
La séptima esencia: Qué extraño que todas ustedes deseen rebelarse contra este hombre. Y todavía alegáis que cada una de vosotras tiene su acción limitada. ¡Ojalá fuera yo como alguna de ustedes, una personalidad con una suerte determinada! Mas no tengo ninguna, soy yo la esencia inútil, la que se sienta sobre lo mudo y vacío del ningún-lugar y de nunca , mientras ustedes están ocupadas recreando vida. ¿Son ustedes o yo, compañeros, quien debe rebelarse?
Cuanto la séptima esencia calló, las otras seis la contemplaron piadosamente, mas no hablaron; y, cuando la noche creció en oscuridad, una tras otra se retiraron a dormir envueltas por una nueva y feliz sumisión.
Pero la séptima esencia se quedó mirando y contemplando la nada, que está por debajo de todas las cosas.
San Agustín
La palabra de Dios es el adversario de tu voluntad hasta que se convierta en autor de tu salvación. Mientras seas enemigo de ti mismo seguirá siendo tu enemigo. Hazte amigo de ti mismo y la palabra de Dios estará de acuerdo contigo.
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