Rabindranath Tagore - Juguetes



¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»

Niño, los bastones y las tortas de barro
ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

Gila - Mi vida




Osho - Ser tú mismo



No importa que te amen o te critiquen, te respeten, te honren o te difamen, que te coronen o te crucifiquen; porque la mayor bendición que hay en la existencia es ser tú mismo.

Los auténticos decadentes - No quiero trabajar





Cuarteto de nos - No quiero ser normal




Juan Ramón Jiménez - Las tardes de enero


Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en en alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!

Mi credo - Hermann Hesse




El credo a que me refiero no es fácil expresarlo con palabras. Podría explicarse así: creo que, a pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido; y aunque reconozco que este sentido último de la vida no puedo captar con la razón, estoy dispuesto a seguirlo aun cuando signifique sacrificarme a mí mismo. Su voz la oigo en mi interior siempre que estoy realmente vivo y despierto. En tales momentos, intentaré realizar todo cuanto la vida exija de mí, incluso cuando vaya contra las costumbres y leyes establecidas. Este credo no obedece órdenes ni se puede llegar a él por la fuerza. Sólo es posible sentirlo.

Charly García - Yo no quiero volverme tan loco




Javier Krahe - Hoy por hoy

La suave luz que anima mi ventana
temprano me avisó que ya era el día:
nuevo plazo de vida que venía,
mañana ha sido hoy por la mañana. 

Al filo del reposo, por lo sano
se ha cortado la línea divisoria
que separa mi propia trayectoria
de mi vida común de ciudadano. 

El porvenir, posible e indeciso,
al ayer tan seguro, le consulta,
el hoy por hoy me entrega y resulta
un hoy por hoy de límite impreciso. 

Mañana ha sido hoy tan de repente...
hoy tengo que volver a hacerme cargo
de cuanto es dulce, de cuanto es amargo,
de cuanto casi es indiferente. 

Como el tiempo ni siente ni padece
lo mismo si hace alegre o si hace triste
hoy estoy para todo lo que existe,
lo que ya va morir y lo que crece. 

En este instante me siento quien soy,
adelante y atrás todo es mi vida,
mi vida a la redonda y esparcida,
mezclada con el mundo, ayer y hoy. 

Porque ayer me ha pasado su recibo:
otro día al alcance de la mano,
otro día de asombro cotidiano.
Porque, en fin, me parece que estoy vivo 

Rosana - Hoy




Alberto Cortez - Ganas de no hacer nada


    Tengo muchas ganas de no hacer nada
    de sentarme a esperar que pase el tiempo
    que se deslice como el pensamiento
    casi obsesivo de volver a casa.

    Tengo muchas ganas que ya no exista
    el intermediario de la distancia,
    esa cruz que llevo desde mi infancia
    y que persiste en ser protagonista

    de mis horas, mis pasos y mis ansias.
    Tengo muchas ganas de acompañarte,
    escapar de la eterna vigilancia

    de mis vanidades, a cualquier parte;
    siempre saldré ganando, por ganancia
    ya he ganado el derecho de adorarte.