El credo a que me
refiero no es fácil expresarlo con palabras. Podría explicarse así: creo que, a
pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido; y aunque reconozco que
este sentido último de la vida no puedo captar con la razón, estoy dispuesto a
seguirlo aun cuando signifique sacrificarme a mí mismo. Su voz la oigo en mi
interior siempre que estoy realmente vivo y despierto. En tales momentos,
intentaré realizar todo cuanto la vida exija de mí, incluso cuando vaya contra
las costumbres y leyes establecidas. Este credo no obedece órdenes ni se puede
llegar a él por la fuerza. Sólo es posible sentirlo.
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