… que
me matarás.
Y eso que no eres monja, vida mía,
ni vives en un triste monasterio,
y no las tienes blancas, de “so el velo
negro”, sino morenas, con el bronce
más exquisitamente conseguido
que he visto nunca, bajo el bañador
más pequeño del mundo, renunciando
a su precaria protección. No insistas
en enseñármelas, corazón mío,
más,
que me matarás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario