El
mundo se acabará el 21 de diciembre de 2012. Informativos, tertulias,
periódicos, así como la gente de a pie se hacen eco de esta noticia. Algunos
crédulos e iluminados sostienen que los mayas, con su divino intelecto, profecitaron
hace miles de años, que el próximo viernes ocurrirá una catástrofe apocalíptica
que nos mandará a todos para el otro barrio. Parece ser que unas piedras con no
sé que grabados lo indican con meridiana claridad. Otros, algo menos agoreros, partidarios
de otra hipótesis, argumentan que en esa misma fecha se producirá un cambio,
una transformación en las conciencias, una modificación en las mentes de cada
individuo que dará paso a otra civilización más evolucionada. Un tercer grupo
de visionarios, defiende que, ese mismo día, se producirá la llegada de un
nuevo mesías.
Este
tema despierta mi curiosidad y me suscita infinidad de dudas e incertidumbres.
Si estos chalados aciertan y acontece el fin del mundo, ¿por qué tiene que ser
justo víspera de la Lotería
de Navidad? Podría ser una medida del gobierno para no tener que repartir el
dinero del sorteo. Además, ¿por qué está previsto antes del comienzo de las
fiestas? No costaría nada posponerlo para después o, por lo menos, dejarlo para
el primer día del año. Ese fatídico y doloroso día 1, en el cual uno se siente
tanto maltrecho que aceptaría de buen grado cualquier medida reconstituyente, incluso
la aniquilación de la raza humana.
Sin
embargo, si en vez de ocurrir el perverso final, resulta que se trata de la
tercera teoría argüida anteriormente, es decir, la llegada de otro hijo de Dios
al mundo, las expectativas serían prometedoras. Nada más y nada menos que dos
nochebuenas es lo que nos depararían los años venideros.
Volviendo
al caos y a la destrucción, espero y deseo que el desenlace de todo, el epílogo
del ser humano sea algo que merezca la pena. No aceptaré de ninguna manera que
el procedimiento destinado a acabar con nosotros sea, por ejemplo, un tsunami,
un terremoto o la colisión de cualquier planeta o meteorito contra la Tierra. Imagino mucho más.
Después de milenios de existencia, considero que nos merecemos algo grande,
algo especial, el final de los finales. Recordemos que vamos a presenciar el
hito más importante de la historia. Por ello, confío en la aparición de los Cuatros
Jinetes del Apocalipsis, a lomos de sus caballos, blandiendo sus espadas y
acribillando a cuantos se interpongan en su camino. Un Diluvio Universal,
tampoco estaría nada mal, o, ¡esto sería la leche!, el dedo justiciero de Dios
emergiendo de entre las nubes e impartiendo su divina y mortífera voluntad.
Si
al final, como algunos auguran, todo esto termina el viernes, os deseo a todos ¡feliz
fin del mundo y prospero mundo nuevo! Eso sí, si el modo en que ocurre el
evento no es similar a alguna de las ideas que he propuesto, que no cuenten
conmigo.
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